lunes, 14 de diciembre de 2009

NECESIDADES FILOSÓFICAS

Hace poco entré en el cuarto sito en mi lugar de trabajo con la intención de de hacer aguas menores. Pero hice mucho más que eso. No señores, no hice aguas mayores, filosofeé.

Me di cuenta mientras me adentraba en el habitáculo de que en la vida hay muchas formas de amar, de odiar, de sentir, de mirar, de cantar, de bailar, de decir, de explicar. Que nada es blanco, ni negro, todo es gris, todo depende del matiz. Sí, señores, infinitos primas desde los que observar la realidad, excepto para una cosa: sólo debería de haber una manera de orinar, esto es "dentro de la taza".

Darme cuenta de que debía de esquivar una charco de orín para poder realizar el acto de aguas menores, me hizo pensar, me hizo filosofear, me hizo sentir y me hizo odiar de una sola e intesa manera.



¿Decidme qué matiz tiene el que no orina ni por asomo dentro de la taza?

1 comentario:

Latorre dijo...

Realmente se puede filosofar de todo, porque nada importa. Es lo mismo debatir el sentido de la vida que el charco de orín, porque el trasfondo, la repercusión y el olor son los mismos.

Creo que la respuesta es cuál es el límite del váter. No es tanta obviedad como parece. En los bocetos mentales del orinante el váter puede empezar en el momento de traspasar el umbral de la puerta del baño, por lo que el marco del problema sería semántico.

Si por el contrario, comparte que el retrete está limitado por el volumen de la taza, como el común de los mortales, el problema sería de índole ético, ya que estaría incurriendo, a sabiendas, en una acción que él conoce como incorrecta.

Platón postulaba que el que que obra mal lo hace por ignorancia, ya que desconoce el placer y belleza que emanan del bien. Creo que se refería a casos como éste, en los que la belleza está reñida con el hecho de orinar fuera del recipiente.

Ciñéndome a la pregunta, no entiendo el motivo de protesta social, de gamberrismo gratuito o de autorrealización contestataria de miccionar lejos del lugar habilitado para ello con lo bonito que es hacer una pintada en la puerta de una comisaría, tirarle una figurita a un político o quemar un billete de 20 euros en la puerta del Banco Santander. Supongo que los límites mentales de ese orinador no sobrepasan, irónicamente, los de la taza del excusado.